Lo que alimentamos nuestro cuerpo y nuestro espíritu es muy importante y merece toda nuestra atención. Aquél que se alimenta verdaderamente de Dios podrá nutrir a los demás de manera positiva. Si guiamos a los demás como Dios nos guía a nosotros podremos hacer grandes cosas.

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Lo que damos a nuestro intelecto es aún más significativo y regularlo es un arte más sutil.

Debemos tener en cuenta tres consejos sobre este asunto:

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   El primero es que no debemos alimentar nuestras mentes con deseo. Cuando perdemos nuestra ecuanimidad y comenzamos a desear algo o a alguien muchas otras influencias inferiores como la ambición por obtener el objeto de nuestro deseo o el temor de no alcanzarlo entran en juego. Si lo logramos complacemos y fortalecemos a nuestro ego y pronto nos presentará otra meta a alcanzar creando así un círculo cerrado de negatividad que se alimenta a sí mismo. Por eso lo más sabio es permanecer libres de deseo.

   El segundo consejo es que comencemos y sigamos la práctica regular de la danza del Sendero Sensible. Sintiendo tranquilamente nuestros movimientos durante minutos diarios para eliminar la suciedad del corazón y del intelecto haciendo sitio para que la paz y la sabiduría entren y nos alimenten. Danzar en el silencio es sintonizar el  oído espiritual con la voz de Dios que es la manera más poderosa de atraer su ayuda.

     El tercero es que tengamos calma y ecuanimidad al hablar, al pensar y al actuar. Así alimentaremos nuestro ser superior y el de aquellos que nos rodean.